Contra los falsos libertarios: desnudando el mito de la reducción del Estado

Escrito por Cristian Battaglia para El Sol Ácrata.

Javier Milei, político de ultraderecha argentino, llegó al poder con un discurso agresivo, apelando al argentino descontento con el andar de su país en las últimas décadas. Donald Trump, político de ultraderecha yanki, llegó al poder del imperio siguiendo el mismo camino. Bolsonaro, político de ultraderecha brasileño, llegó al poder de Brasil con la misma labia. Kast, político de ultraderecha de Chile, ha intentado llegar al poder dos veces a través de un discurso parecido. El factor común de estos tipos es, además de apelar al descontento de las masas, imponer la idea de que la reducción del Estado provocará una mejora en el bienestar de los distintos países en los que comienzan a mandar.  

Esta reducción del Estado, para ellos, significa el cierre de ministerios, la eliminación de planes sociales, la privatización de empresas estratégicas y de servicios claves, tales como la salud, educación, pensiones, entre otros. Para llevar a cabo su plan “antiestatal”, se acompañan de un discurso bajo el cual impulsan la idea de que, el que se beneficia de estos beneficios estatales, “no trabaja”. De esta forma, estos tipos se encargan de separar aguas en el proletariado, entre quienes se sienten orgullosos de formar parte de la masa explotada del mundo (ya que con su trabajo pueden acceder a una vida más o menos digna), y quienes, porque no les alcanza para vivir, ven en los beneficios sociales una forma de sobrevivir mes a mes.

La reducción del Estado, desde la perspectiva de ultraderecha, por supuesto que no alcanza a las facultades represoras del Estado, llámese policía, poder judicial, leyes, fuerzas armadas, entre otras. Por esta razón, es que hablar de “reducir el Estado”, poniendo énfasis en lo “social”, pero omitiendo, y más aún, reforzando el carácter represivo del Estado, no es “reducirlo”, sino que es fortalecerlo y ampliarlo. Con esto, se refuerza su carácter clasista – burgués, profundamente controlador y represor, junto a que se perfecciona mediante el refinanciamiento que permitiría destinar recursos que, anteriormente ocupados en mantener una escuela, un hospital o algo por el estilo, sean redirigidos a la compra de armas, al perfeccionamiento de las policías y de los organismos de inteligencia, etc.

La “reducción del Estado”, desde el punto de vista de la ultraderecha, no es más que un reacondicionamiento de este a la etapa actual capitalista, en la que las grandes corporaciones mundiales y del propio país, son las que dirigen los destinos de la sociedad. Tal como ocurría con el neoliberalismo (impuesto a través de sangrientas dictaduras y privatizaciones masivas), la nueva doctrina de la reducción del Estado se hace en virtud de dotar de recursos frescos a las grandes corporaciones, así como reforzar el control férreo sobre la población en cada neofeudo corporativo (o país).

De esta forma, este discurso antiestatal, es todo lo contrario: refuerza al Estado y lo adecúa a las necesidades actuales de la burguesía local y mundial.

Milei, Bolsonaro, Kast y toda esa tropa de ultraderechistas, son adictos al Estado: lo necesitan, lo aman y saben que sin Estado, no hay capitalismo. El capitalismo ideal del que hablan estos tipos, es un imposible, ya que el capitalismo para subsistir necesita de policías, de jueces, y de todo tipo de lacayos, que puedan garantizar que las normas económicas del propio capitalismo (libertad de explotar, monopolios sobre necesidades humanas, libertad para depredar la naturaleza, las comunidades, etc), puedan ser cumplidas. El capitalismo, sistema económico superior de la historia humana autoritaria, JAMÁS va a prescindir del Estado: simplemente lo reforma. El discurso “antiestatal”, es simple charlatanería electoral.

A diferencia de estos tipos de la ultraderecha, que creen que la libertad es un valor cambiable, que se compra y vende al mejor postor, y que se relaciona al poder adquisitivo de los humanos, para nosotros y nosotras, como anarquistas, la libertad es total, es innata a la naturaleza y es eje clave de la existencia humana. La humanidad, a lo largo de su historia, siempre ha avanzado y progresado buscando su libertad. Desde las revueltas de pueblos pequeños en contra de grandes imperios, pasando por las revoluciones burguesas que dieron la independencia a los países de esta parte del mundo, o incluso, tomando en consideración las guerras de liberación nacional que protagonizaron (y protagonizan aún) cientos de pueblos del mundo, todas ellas se ven motivadas, de una u otra forma, por la idea de la libertad.

El anarquismo, tiene múltiples ramas, definiéndose quizás como un gran árbol cuyo tronco central es la misma anarquía. Dentro de este árbol, hay doctrinas individualistas que son malinterpretadas por los liberaluchos, para apropiárselas, presentando una supuesta idea de “anarcocapitalismo”, idea que no tiene ningún sustento teórico y que por sus postulados, se aleja notablemente de la anarquía como objetivo de los y las anarquistas. Volviendo a este árbol del que hablábamos, dentro de las ramas más influyentes del anarquismo, vale decir, aquellas que movilizaron a trabajadores y trabajadoras, sindicatos, sociedades de resistencia, aquellas que lideraron grandes huelgas y que vieron nacer a los mejores teóricos del anarquismo, están las ideas nacidas precisamente desde la clase obrera para dar respuesta certera a la esclavitud capitalista, y encontrar una forma de superar este sistema.

En cierta época de la historia, el proletariado halló en el anarquismo un movimiento capaz de torcer la realidad, de destruir el capitalismo y crear un mundo libre de autoridad. Ejemplos como ello, se pueden encontrar en la misma Argentina: en ese país, verdaderos libertarios como Radowitzky, Gustav Vickens, Di Giovanni, entre otros, fueron capaces de dar su vida por los postulados libertarios. Así mismo, en ese mismo territorio, sindicatos organizados dieron origen a periódicos, centros sociales, realizaron actividad cultural, e incluso crearon clubes de fútbol. Más aún: cientos de obreros libertarios, muchos de ellos anarcocomunistas, murieron bajo las balas policiales y del ejército en las sangrientas huelgas de la semana trágica, de la Patagonia, y posteriormente, tras la llegada al poder del peronismo con sus ideas neofascistas. En honor a ellos, a sus vidas y a su lucha, volvemos a reivindicar para nosotros el ser LIBERTARIO, en contraposición al liberalismo radical que profesan los desalmados burgueses sedientos de dinero, poder y autoridad.

Creemos que, en los tiempos actuales, en los que la ultraderecha se adueña de forma maliciosa del concepto de libertad, es pertinente ser intolerantes con ellos y desenmascararlos. Los y las anarquistas, somos el ÚNICO movimiento político, filosófico, social y revolucionario que revindica la LIBERACIÓN TOTAL. Nosotros y nosotras, no vamos con dobles tintas: no creemos que el Estado deba ser reducido, mucho menos si nos hablan de reducirlo eliminando planes sociales que benefician a nuestro pueblo, sino que creemos que el ESTADO DEBE SER ELIMINADO. Esta eliminación del Estado, debe ir de la mano con la eliminación de todo GOBIERNO, partiendo desde el vecinal, hasta el más alto estrato social. Finalmente, y no menos importante, la eliminación del Estado y de los Gobiernos, debe ir de la mano con EL FIN DE LA PROPIEDAD en todas sus formas, dado que la propiedad es la columna vertebral del capitalismo, sistema que odiamos con todas nuestras fuerzas. La propiedad, es la que permite la desigualdad social, la existencia de clases, la separación de la humanidad entre ricos y pobres, y es la que origina las guerras y la miseria humana. Destruir la propiedad en todas sus formas, es parte de este avance hacia la liberación total.

Contra los falsos críticos y contra los falsos libertarios: repudio a la autoridad, lucha contra el capital y contra la propiedad. Abajo el Estado y todo tipo de Gobierno.

Viva la Anarquía.

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